Se llama camafeo a todo relieve obtenido en piedra preciosa, generalmente, de variado color y con delicadas figuras. Las piedras utilizadas eran las ágatas, las variedades sardónica y ónice, aprovechando la distinción de colores que ofrecen las aguas o capas de tales piedras de suerte que puliendo y rebajando convenientemente la primera capa se dejaba la segunda para fondo y quedaba la primera con los relieves de la figura. Pero tanto ahora como en los siglos pasados se imitan y falsifican estas piedras con vidrios y esmaltes, soldando un relieve de piedra o vidrio con otra piedra de color distinto.
A lo largo de la historia han sido muy apreciados por el público, prueba de ello son los muchos ejemplares labrados en piedras preciosas y duras que se conservan de la cultura grecorromana y persa. Los tallados más recientes están hechos en conchas marinas. Durante los siglos XIV y XV se trabajó el nácar en Francia, Alemania, y Flandes, período en que los objetos elaborados con dicho material contaban con gran prestigio en las cortes francesas. En el siglo XV se los vuelve a considerar en alta estima gracias a Lorenzo el Magnífico y los Médici, pero de nuevo volverían a pasar de moda. No obstante tuvo importantes admiradoras como Isabel I o Catalina la Grande.
Ya en el siglo XIX sería la elegante Reina Victoria quien los pondría de moda de nuevo. Es entonces cuando se perfilan los rasgos que conocemos hoy en día. El fondo del camafeo debe de ser negro, y se prefiere que la efigie tenga un color crema o blanco. Suelen retratarse escenas de mitos griegos pues en esta época se da un nuevo interés por el arte clásico, pero la preferida es la efigie de una mujer joven o bien de una o varias flores. En esta época se lleva bien como colgante o como broche.
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